Francisco RIVAS LINARES
México es una red de agujeros. A
la pregunta sobre cuáles serían los agujeros de la red en la que ha quedado
atrapado nuestro país, las respuestas pudieran ser: Corrupción, criminalidad,
indiferencia, escepticismo, ignorancia y analfabetismo funcional. Pondré un
énfasis especial a la corrupción, asunto de singular complejidad por las muchas
facetas que presenta.
Tráfico de influencias, contrabando,
soborno, peculado, uso privado de los bienes públicos, el castigo al inocente, prevaricación,
malversación, nepotismo, coptación, impunidad, en fin, todo lo que constituya
la destrucción de la vida institucional, son considerados como prácticas de
corrupción; y éstas se han venido incrementando de manera escandalosa en los
últimos cuatro lustros, a tal grado que estudiosos sobre el tema ya la
consideran como un peligro para la seguridad nacional.
La ley de Herodes, El violín y
Presunto culpable son cintas cinematográficas que se han convertido en
emblemáticas del asunto que nos ocupa: El abuso del poder, el triunfo de la
ilegalidad y la inmoralidad.
Una sociedad corrupta no puede
ser sino una sociedad en estado de
descomposición, una sociedad carente de justicia. Y siendo los pobres quienes
más padecen las consecuencias de su práctica, la hace tener visos de tragedia. Por
eso es necesario que tomemos conciencia de su existencia para censurarla, para
combatirla.
En un estudio al respecto del
Dr. David Arellano Gault, especialista del Centro de Investigación y Docencia
Económicas, asevera que en virtud de haberse establecido en México la
corrupción por sistema, ya se le considera como un instrumento que se puede
manejar a conveniencia. Cito literalmente: “Cuando la corrupción se hace
sistémica, nos hacemos cínicos y entonces queremos imitar lo que hacen los
influyentes o poderosos. Si ellos lo hacen, por qué yo no, como ciudadano, no
lo puedo hacer, y esto se llama cinismo”, indica el Dr. Arellano.
Nuestro país no tiene
mecanismos eficaces para combatir la corrupción. Por eso vemos que exponentes
de hechos corruptos no son juzgados ni sentenciados y gozan de cabal salud en
la sociedad.
El miércoles anterior se dio
noticia de que la Auditoría Superior de Michoacán había descubierto que los
diputados de la anterior legislatura se embolsaron 3 millones 700 mil pesos
cada uno de ellos, mismos que les habían asignado para traducirlos en apoyos a
los habitantes de sus distritos, por lo que se presume que cometieron un fraude
“…al no haber entregado en especie o en dinero los recursos para la compra de
cemento, fertilizantes o materiales de construcción a quienes se los
solicitaron”.
Ahora bien. Si me dijeran que
me han depositado en el banco 5 millones de millones 700 mil millones de pesos
para que disponga de ellos como quiera, sin lugar a dudas que perdería la
cordura. Y cualquiera, seguramente. Pues resulta que Felipe Calderón, de
conformidad con el informe presentado por la Unidad de Evaluación y Control
denominado Sistema financiero y riesgos
de las finanzas públicas, utilizó de manera discrecional una cantidad como
la ya citada. ¿Cómo y en qué los gastó? Es un enigma.
No en vano se ha destacado que
en México las personas menos confiables son los políticos. Pero para alimentar
la ingenuidad, pretenden hacernos creer que con la cruzada por el hambre van a
colmar nuestras inquietudes de pueblo marginado, sediento de justicia, de
trabajo y seguridad social.
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