miércoles, 3 de abril de 2013

México: La corrupción por sistema



Francisco RIVAS LINARES

México es una red de agujeros. A la pregunta sobre cuáles serían los agujeros de la red en la que ha quedado atrapado nuestro país, las respuestas pudieran ser: Corrupción, criminalidad, indiferencia, escepticismo, ignorancia y analfabetismo funcional. Pondré un énfasis especial a la corrupción, asunto de singular complejidad por las muchas facetas que presenta.

 

Tráfico de influencias, contrabando, soborno, peculado, uso privado de los bienes públicos, el castigo al inocente, prevaricación, malversación, nepotismo, coptación, impunidad, en fin, todo lo que constituya la destrucción de la vida institucional, son considerados como prácticas de corrupción; y éstas se han venido incrementando de manera escandalosa en los últimos cuatro lustros, a tal grado que estudiosos sobre el tema ya la consideran como un peligro para la seguridad nacional.

 

La ley de Herodes, El violín y Presunto culpable son cintas cinematográficas que se han convertido en emblemáticas del asunto que nos ocupa: El abuso del poder, el triunfo de la ilegalidad y la inmoralidad.

 

Una sociedad corrupta no puede ser  sino una sociedad en estado de descomposición, una sociedad carente de justicia. Y siendo los pobres quienes más padecen las consecuencias de su práctica, la hace tener visos de tragedia. Por eso es necesario que tomemos conciencia de su existencia para censurarla, para combatirla.

 

En un estudio al respecto del Dr. David Arellano Gault, especialista del Centro de Investigación y Docencia Económicas, asevera que en virtud de haberse establecido en México la corrupción por sistema, ya se le considera como un instrumento que se puede manejar a conveniencia. Cito literalmente: “Cuando la corrupción se hace sistémica, nos hacemos cínicos y entonces queremos imitar lo que hacen los influyentes o poderosos. Si ellos lo hacen, por qué yo no, como ciudadano, no lo puedo hacer, y esto se llama cinismo”, indica el Dr. Arellano.

 

Nuestro país no tiene mecanismos eficaces para combatir la corrupción. Por eso vemos que exponentes de hechos corruptos no son juzgados ni sentenciados y gozan de cabal salud en la sociedad.

 

El miércoles anterior se dio noticia de que la Auditoría Superior de Michoacán había descubierto que los diputados de la anterior legislatura se embolsaron 3 millones 700 mil pesos cada uno de ellos, mismos que les habían asignado para traducirlos en apoyos a los habitantes de sus distritos, por lo que se presume que cometieron un fraude “…al no haber entregado en especie o en dinero los recursos para la compra de cemento, fertilizantes o materiales de construcción a quienes se los solicitaron”.

 

Ahora bien. Si me dijeran que me han depositado en el banco 5 millones de millones 700 mil millones de pesos para que disponga de ellos como quiera, sin lugar a dudas que perdería la cordura. Y cualquiera, seguramente. Pues resulta que Felipe Calderón, de conformidad con el informe presentado por la Unidad de Evaluación y Control denominado Sistema financiero y riesgos de las finanzas públicas, utilizó de manera discrecional una cantidad como la ya citada. ¿Cómo y en qué los gastó? Es un enigma.

 

No en vano se ha destacado que en México las personas menos confiables son los políticos. Pero para alimentar la ingenuidad, pretenden hacernos creer que con la cruzada por el hambre van a colmar nuestras inquietudes de pueblo marginado, sediento de justicia, de trabajo y seguridad social.

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