lunes, 9 de mayo de 2011

Felipe Calderón: El "juntacadáveres"




Francisco Rivas Linares

“Por ética, uno tiene que ser responsable de sus acciones, y lo primero es aceptar un error. En este caso, se actúa contra la ética, cuando es evidente que la estrategia es equivocada y tiene grandes costos humanos; cuando el pueblo está clamando un cambio y la persona se enterca. A eso se le llama soberbia.” Teólogo Fr. Julián Cruzalta Aguirre, al referirse a Felipe Calderón como un gobernante que “no escucha, no evalúa, no mira…”



En 1964 el escritor uruguayo, Juan Carlos Onetti, publicó una de sus novelas bajo el título de Juntacadáveres (dos palabras simples unidas formando una palabra compuesta). El personaje central de la obra, cuyo nombre es Larsen, es un sujeto de nula moralidad que se dedica a enganchar prostitutas para instalar un burdel en su pueblo natal: Santa María, un lugar que transpira tristeza y pesimismo.

Las mujeres enroladas tenían como característica común la de ser mujeres añosas, llamándoles –por lo mismo- cadáveres. Su condición de adultas mayores era razón suficiente para ser rechazadas en otros prostíbulos, quedando a merced de Larsen, único proxeneta que las contrataba para que ofrecieran sus servicios en su negocio. Por eso se le conoció con el apodo de Juntacadáveres.

Me tomaré la licencia de utilizar la metáfora que el escritor Onetti aplica en la obra señalada, para disponer literalmente del apodo Juntacadáveres y endosarlo a quien, buscando su legitimidad, dio un escobazo al avispero y levantó la cuña de esta singular tragedia nacional que vivimos y padecemos.

Javier Sicilia, poeta, periodista y sufriente –además- del asesinato de su hijo Juan Francisco, declaró al iniciar la marcha por la justicia y la paz, que Felipe Calderón “no entiende y no ha entendido lo que es ser un representante ciudadano ni un presidente”. Aludía así a la insensibilidad del cuasigobernante que se ha negado reiteradamente a escuchar a la sociedad.

Sin que le fuera suficiente sentarse en las bayonetas para usurpar la presidencia de la república, Felipe Calderón ha enrolado a la población civil en una guerra a tontas y a locas, pues ni pensó en las consecuencias de su arrebato bélico ni planteó una estrategia paralela de justicia social.

Cuarenta mil muertos y se siguen exhumando difuntos de las fosas clandestinas. Diez mil desaparecidos y los secuestros cometidos por policías corruptos y sicarios se incrementan. Cada día, cada hora, cada minuto, la numeralia de asesinatos y desaparecidos está creciendo. Felipe Calderón se ha convertido en un Juntacadáveres.

Regularmente la presidencia se dirige a la población para dar pésames y condolencias. Para repartir culpas. Para reclamar la comprensión, la misma que ha negado a las familias dolientes en la pérdida de sus seres amados.

Retador, insolente y majadero, espetó el hombre el cinco de mayo: Hay quienes “de buena o mala fe, quisieran ver a nuestras tropas retroceder; a las instituciones bajar la guardia y darle simple y llanamente el paso a las gavillas de criminales; (pero) eso no puede y no va a ocurrir, porque tenemos la ley y porque tenemos la fuerza y vamos a ganar”.

¿Tenemos? ¿A quienes se refiere? ¿A los poderes fácticos? ¿A la oligarquía? Hay que recordarle a este aturdido el contenido del artículo 39 constitucional que dice: La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno.”

Y al citar al poeta y ensayista oaxaqueño Andrés Henestrosa, delató su problema sicológico al desearse héroe, apóstol, libertador, mártir, profeta y un “poeta que con su canto levanta murallas para defender a la patria”.

Contrasta lo anterior con la dramática petición que le hizo a Ratzinger en su visita al Vaticano. Le dijo con humildad: “Santo Padre, gracias por su invitación, gracias a usted y a la Iglesia. Le traigo una invitación del pueblo mexicano, de los mexicanos para que visite nuestro país que al momento sufre mucha violencia. Ellos le necesitan mucho, más que nunca, estamos sufriendo”.

Al final de este texto, se puede apreciar que utiliza la tercera personas del plural: Ellos le necesitan mucho, refiriéndose a sus gobernados, pues se deduce que él no lo necesita. Sin embargo concluye con la primera persona del plural: (nosotros) estamos sufriendo.

La antítesis (en este caso ellos-nosotros) es una figura que emplean regularmente los que trampean con el lenguaje pero que dejan entrever su personalidad persuasiva y engañosa.

Me pregunto, ¿qué pensará de sí mismo el señor Calderón, cuando todas las mañanas se mira al espejo? ¿Qué complejos ocultos le brotan cuando siente el poder de la ley y la fuerza para decidir el destino de 110 millones de mexicanos?

Desde el 16 de diciembre de 2006, Felipe Calderón lanzó al depósito de los trebejos sus compromisos de campaña, para convertirse en un tenebroso presidente juntacadáveres

¿Cuánta soledad, cuánto abandono, cuánto oprobio se habrá juntado en estos minutos que destino para escribir la presente colaboración?

POR UNA SOCIEDAD SIN AGACHADOS: ¡NO MÁS SANGRE! ¡BASTA DE SANGRE!

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