miércoles, 17 de marzo de 2010

La libertad del ejercicio cínico


Nuestros enemigos dicen: la lucha terminó.
Pero nosotros decimos: ella comenzó.
Nuestros enemigos dicen: la verdad está liquidada.
Pero nosotros decimos: la sabemos todavía.
Nuestros enemigos dicen: aún cuando se conozca la verdad
ella no puede más ser divulgada.
Pero nosotros la divulgamos.

Bertolt Brech


“Para mí ya terminó el tema”. Con esa expresión facilona dieron cierre a su espectáculo denigrante los cínicos desbocados. “Para mí ya terminó el tema”. Una expresión frívola que consumaba el perdón de la mutualidad estúpida. “Para mí ya terminó el tema”. Y llegaron los apapachos, los besos, las risas bobaliconas y los piquetes de ombligos. Sí, para ellos ya terminó el tema…

¿Y para el pueblo ya terminó el tema? ¿Y para los ciudadanos que sufrimos el embate de las consecuencias de sus pactos y reyertas, ya terminó el tema? ¿Y las renuncias y penalidades exigidas, ya quedaron sin efecto? ¿Y la payasada de someterse al detector de mentiras? ¿Y los retos cruzados para debatir?

Traidores, mentirosos, asesinos, chamaqueados, abusivos, chantajistas y rijosos, fueron algunos de entre los muchos calificativos que se lanzaron desde la tribuna del Congreso, en un circo en el que resaltó el reconocimiento de los diputados del PRI, sobre la condición espuria de la presidencia de Felipe Calderón.

Sabemos de los ambientes parlamentarios, donde la incontinencia verbal frecuentemente desemboca en violencia verbal. Lo que nos causa pena es la pésima calidad de los payasos de nuestro circo parlamentario. Vomitaron sus hazañas corruptas con una vanidad estruendosa. Hazañas que todos sabemos de memoria: encajes fiscales, mapacherías electorales, tráfico de influencias, protección a las élites, manipulación de la pobreza, corrupción en la distribución de los recursos, nula rendición de cuentas, aprobación de reformas y leyes injustas, auto-asignación de salarios y prebendas, etcétera.

Cómicos malos incapaces de inventar nuevo espectáculo, ya nos causan bostezos, ora risas, corajes, odios y escozores. Ya es tiempo de echarlos de la escena. Ya es el momento de quitarles el viejo truco de la “democracia” (de “su democracia”). Vamos a quitarles su diversión que tanto daño nos causa. Que tanto dinero nos cuesta.

No sé si será sarcasmo lo que destilan cuando impostando la voz se desnudan en sus patrañas y disparates. De lo que sí estoy seguro es que han instaurado el parlamento del espectáculo en el que más que debatir los asuntos importantes de la patria, se dedican a elucubrar las formas de construir su propia permanencia parasitaria en el presupuesto oficial.

La podredumbre de los discursos del mayor número de políticos, nos dejan en el pasmo de sus miserias. Mejor sería acondicionarles una fosa séptica para que ahí elucubren sus disturbantes triquiñuelas. Para que ahí ejerzan su libertad del ejercicio cínico.

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