sábado, 16 de enero de 2010
La Iglesia ante los afanes de dominio
“La misión propia que Cristo confió a su Iglesia
no es de orden político, económico o social. El
fin que le asignó es de orden religioso”
Concilio Vaticano II.
La separación entre la Iglesia y el estado se ha puesto en la palestra de la discusión, a raíz de las declaraciones frecuentes que sus altos prelados hacen, en tono de franca censura, a tópicos diversos inherentes a la política profana.
Asumo el concepto de política profana en los términos como lo identifica el filósofo francés Daniel Bensaid, “…como una manera de entender la política global y como crítica a la política convencional”.
Estamos en un contexto en el que poco a poco el vocabulario religioso va contaminando el discurso jurídico. El punto de inflexión lo identificamos en las reformas al artículo 130 constitucional y a la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público de 1992, impulsadas por el entonces Presidente Carlos Salinas de Gortari, otorgándoles así personalidad jurídica a las iglesias y el ejercicio de derechos políticos a los ministros de culto.
En aprovechamiento de la coyuntura electoral de 1988, la iglesia católica fue utilizada como un instrumento de legitimación, ya que el triunfo electoral del candidato del PRI había quedado en duda por la supuesta caída del sistema, la cual fue operada por el entonces secretario de gobernación Manuel Bartlet Díaz.
Lamentablemente en la reforma de la ley en comento, quedaron profundos vacíos que han sido aprovechados para vulnerar el Estado laico y hacerse de una presencia cada vez más beligerante en el espacio público.
Por otra parte, la cerrada ortodoxia que promueve la jerarquía católica encontró campo fértil en dos factores: la debilidad de los gobiernos y la capitulación de los partidos políticos. Eso ha permitido que su afianzamiento en el espectro político del país, haya alcanzado su confirmación a partir del arribo al poder de estructuras fundamentalistas de la religión católica.
Por eso ante asuntos tan controversiales como la eutanasia, el aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo y su posibilidad de adopción, los prelados se han desagarrado las vestiduras y los han censurado furiosamente sin medir las consecuencias que pudieran traer, tales como la homofobia, la persecución, la intolerancia y su esencia sustantiva, el odio.
Uno de los elementos fundacionales del Estado es su laicidad, entendiendo como tal la existencia de una sociedad no confesional. En tal condición se incluye la separación entre las instituciones del Estado y de las organizaciones religiosas, a fin de garantizar la libertad de conciencia.
Cuando los prelados intervienen con la estridencia antepuesta, rompen con ella (la laicidad) al pretender imponer normas y valores morales; se fugan del tiempo histórico, lo cual resulta inaceptable para la independencia de las instituciones. Por eso la aseveración de Marcelo Ebrard, Jefe de Gobierno del Distrito Federal, en el sentido de que la moral de una iglesia no puede ser el fundamento de una ley.
Inferimos que las leyes no se deben amoldar a posiciones doctrinales; por lo que la iglesia no deberá tener ímpetus subordinadores como en el pasado, sino habrá de converger con la dinámica propia de la sociedad, a fin de alcanzar un principio unificador sustentado en el ejercicio pleno de la libertad. Juan XXIII en su Encíclica Pacem in Terris asienta: “Entre los derechos universales inviolables, de la persona humana, está el derecho a la libertad”.
Deberán ser conscientes de que el anacronismo que han demostrado no es compatible con la actualidad. Que su autoridad centrada en principios religiosos antiguos y tradicionales, ya generan impactos adversos, como pudiera ser el lucro político a favor de los grupos conservadores.
Finalmente, el hecho de que las autoridades del gobierno fraternicen con los embates de la jerarquía eclesiástica por una mera política convencional, puede conducirnos a una situación tan lamentable como la confrontación entre quienes preferimos un estado laico y quienes lo prefieren confesional. Formulo mis votos por que no suceda.
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