miércoles, 17 de septiembre de 2008

Morelia, la saña del terrorismo


Cuando se emplea la violencia en contra de la población civil a efecto de coaccionar al gobierno, se le identifica con el nombre de TERRORISMO. Dichos actos violentos se cumplen con el secuestro, amenazas, asesinatos o atentados con explosivos, como el que sucedió el pasado 15 de septiembre en nuestra ciudad.

No hay razón para que se pretenda matizar el acto terrorista al calificarlo como una “modalidad” perpetrada por “asesinos sin escrúpulos”. El terrorismo es terrorismo, sin que quepan modalidades factorizadas que den lugar a lo selectivo. Mucho menos podemos entender la existencia de asesinos SIN escrúpulos y asesinos CON escrúpulos. Los asesinos no son más que eso: ASESINOS.

Los actos, por dolorosos que resulten, siempre tienen una explicación. De manera que cada quien tendrá una interpretación de los acontecimientos, a partir de sus propias fuentes de información. Haré mis propias reflexiones bajo el entendido que habrá quienes concuerden o disientan conmigo.

Cuando Felipe Calderón decidió combatir a la delincuencia organizada, específicamente a los narcotraficantes, utilizó una palabra cuya carga significativa implica el enfrentamiento de grupos armados con propósitos de someter y destruir al enemigo. Es decir, no era la persecución simple de los delincuentes para procesarlos, sino para aniquilarlos. Esa palabra fue GUERRA.

Al efecto, abrió las puertas de los cuarteles para que fuera la milicia la que cumpliera con tal meta. Y no obstante que voces autorizadas le hacían saber al señor Calderón lo equivocado de su estrategia, se empeñó en mantenerla.

Lo que se le sugirió –y se le sigue sugiriendo- es cortar los veneros financieros de la delincuencia; es decir, que con la participación de los servicios de inteligencia se identifiquen las cuentas bancarias donde tienen sus depósitos sustantivos a efecto de congelarlas. El mismo Senador de su partido, Santiago Creel Miranda, llegó a declarar que los dineros del narcotráfico no se encontraban debajo del colchón, en una alusión tácita de que se encontraban en los bancos.

Todo fue en vano. Calderón seguía en su empeño de jugar al “voy derecho y no me quito”.

También le denunciaron que los cuerpos policiales se encontraban infiltrados por el narcotráfico, que su corrupción los estaba estragando en todos los niveles de mando y ejecución y que la impunidad era su mejor garantía para seguir operando. Lejos de aplicar la purga previa, optó por incrementar el número de efectivos militares en los estados manteniéndose sordo a las voces críticas y elevarles –a la vez- sus presupuestos con cantidades adicionales.

El más simple de los razonamientos nos hace concluir que cuando no se tiene una estrategia bien delineada, a partir de información fidedigna de los factores causales de lo que se va a combatir, se llega irreductiblemente al fracaso. De ahí el paradigma que dice: “Los finales están en los principios”.

Los últimos tres actos perpetrados por la narcoviolencia, los decapitados del estado de Yucatán, los ejecutados de la Marquesa del estado de México, y ahora los sucesos del pasado 15 de septiembre, conllevan un mensaje muy puntual a las autoridades: El asenso de la brutalidad se irá agudizando.

Lo lamentable es que la población civil se ha encontrado de pronto atrapada en una guerra bárbara desplegada por la milicia y la delincuencia organizada. No hay quien les brinde la protección y la seguridad, pues el Estado se encuentra a punto de ser rebasado, si es que se puede tener aún ese optimismo. Sí… nos encontramos en el umbral del Estado Fallido.

Los ánimos que impulsaron la conducta criminal de los autores de este acto terrorista, fue el impacto mediático, el empuje de la presión social y el asentamiento del pánico y la zozobra. Y lo están logrando.

Sin perder la ocasión para hilvanar ovillos a favor de su situación política, el señor Calderón en su discurso circunstancial reclamó “dejar a un lado acciones o intereses que buscan dividir a los mexicanos, (puesto que) se puede discrepar, pero no deliberadamente dividir y enconar”.

Olvida que el encono y la división fueron sembrados por empresarios que buscaron asegurar sus intereses mediante la contratación y pago de una propaganda sucia; que ese encono y esa división fueron venteados por un presidente ignorante llamado Vicente Fox por su intervencionismo en los procesos comiciales.

Olvida que el encono y la división fueron estimulados por la mediación deshonesta de Elba Esther Gordillo entre el Partido Acción nacional y gobernadores priístas. Lamentablemente ese encono y esa división es un lastre que venimos arrastrando como herencia maldita de políticos pedestres.

Felipe calderón carece de una base social porque no la ha sabido construir. Todas sus decisiones han girado en torno a beneficiar a la oligarquía en la mezquindad de sus intereses, potenciando así la pobreza desde su asalto al poder.

Pero ahora, hundidos en la mortificación de nuestro luto, con mayor razón estamos obligados a entender nuestra realidad de espanto para traducirlo en acciones, rediseñando estrategias para alcanzar nuestros anhelos primarios: Seguridad, Trabajo y Justicia.

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