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martes, 23 de junio de 2015
lunes, 22 de junio de 2015
domingo, 21 de junio de 2015
Entre el cinismo y el aletargamiento
Los
libros de Diego Enrique Osorno, reportero y escritor, versan sobre conflictos y
movimiento sociales del México del siglo XXI. Sus textos se han traducido en
diferentes idiomas; y muchos de ellos se han adaptado al teatro y al cine.
En
su libro “La guerra de los Zetas” de la colección México impune, coeditada por Grijalbo-Proceso, escribe un
párrafo que no pude resistir la tentación de compartirlo con ustedes, amables
radioescuchas.
Osorno
escribe: “El fiasco de nuestra incipiente democracia no surgió una mañana de
forma repentina. Se gestó con lentitud y una indiferencia general. La realpolitik es cínica, ya se sabe, pero
vivir con esta resignación fue veneno para eso a lo que se le dice ciudadanía, la cual, en México, parece
que acabó creyendo que lo mejor que podía hacer ante la devastación que ocurría
frente a sus ojos, era evadir la política y la realidad.”
En
la brevedad de este párrafo, se alberga la contundencia de nuestro
comportamiento aletargado frente al cinismo de esa política de la realidad a la
cual se le llama realpolitik. Ante el
terror de una tragedia nacional sembrada de cadáveres, desaparecidos,
torturados, descuartizados, degollados, la corrupción, en fin, optamos por
cerrar los ojos y adormecer nuestra conciencia.
El
miedo, la ansiedad que el sistema ha venteado en esta parcela de ira, en este
edén de la violencia, nos afecta como individuos y agentes democráticos,
predominando ahora los resentimientos y odios y una individualidad que se
cultiva en ese grito que satisface nuestra impaciencia.
La
ley, en nuestro país, es letra muerta. Así concluye el reporte sobre índice de
seguridad de México, titulado “Crimen y castigo: México sufre el costo de ser
un país sin Ley”, elaborado por el servicio de investigación del diario
británico Financial Times.
Pobreza
e inseguridad. Desigualdad e inseguridad. Desempleo e inseguridad. En estas
dicotomías dominadas por la inseguridad, está la realidad de nuestra vida; y la
realidad de nuestra vida no concuerda con la realidad de la moral hipócrita
exhibida por esa casta de politicastros que se apoltronan en el poder.
Para
ellos todo está casi resuelto. Castillo declaró que dejaba un estado en mejores
condiciones que cuando llegó en su calidad de comisionado. Peña Nieto declara
en el extranjero que los pasados comicios fueron una expresión de complacencia
con la forma de gobernarlo, puesto que los salarios tienen un mayor poder
adquisitivo, que las fuentes de trabajo se han incrementado considerablemente
y, en el colmo de su frenesí, se adjudicó la cualidad de ser respetuoso de los
derechos humanos.
Ayer
Murillo Karam divagó en una fantasía morbosa sobre los 43 desaparecidos de la
Normal de Ayotzinapa, Gro., enarbolando su falsa “verdad histórica”, y en días
pasados, Chuayfett se atrevió a reclamar a todos aquellos que se atrevan a
pensar de manera diferente a lo declarado por el Tlatoani de Los Pinos, en
torno a la evaluación de los maestros, calificándola como blasfemia ofensiva al
ejecutivo.
En
los pasados comicios al gobierno federal le interesaba mantener una mayoría sometida
en la cámara de diputados a fin de garantizar: 1º. La aprobación operativa de
las Reformas ya conocidas; y 2º. La aplicación del Presupuesto Base Cero para
el próximo año. Y la alcanzó gracias a
los partidos bisagra del Verde Ecologista y Nueva Alianza.
Ambos
propósitos son altamente preocupantes. Sobre todo el denominado Presupuesto
Base Cero, puesto que ha trascendido que pretenden afectar programas de
asistencia social como los relativos al sector salud y al sector educativo.
“Tenemos
un reto fundamental para el próximo año de gastar menos y mejor, pero con
ciertas restricciones como el pago de pensiones, así como el costo de la
deuda”, palabras de Fernando Galindo, subsecretario de Egresos.
De
los 889 programas federales, algunos serán entregados a la iniciativa privada,
otros encajarán en el rubro denominado público-privado y otros más
desaparecerán. De manera que el horizonte económico que se perfila no es nada
bonancible.
Se
prevé que para el próximo día 30 de junio se entregará el primer esbozo de este
Presupuesto Base Cero que se aplicará para 2016. Algo que reclamará de todos
nosotros el esmero de nuestra atención y estudio.
Silvano, ¿un gobernante legítimo?
Si
un gobernante es electo conforme a los requisitos que la ley establece, será un
gobernante legal. El número de sufragios a su favor que los ciudadanos hayan
depositado en las urnas, habrán de otorgarle la legitimación.
La
legalidad es pues todo lo que se apega a la ley. La legitimidad es lo
comúnmente aceptado; es decir, lo que le hace merecedor del reconocimiento.
Si
el aspirante a gobernar no obtiene el 50% más uno de los sufragios, será un
gobernante legal, pero no legítimo en virtud de no ser aceptado por la mayoría
de los ciudadanos.
Silvano
Aureoles se perfila como el virtual gobernador de nuestro estado. Después de
desahogar todas las impugnaciones que los opositores pudieran hacer, pasará a
ser el gobernador electo. Pero, ¿qué legitimidad tendría Silvano Aureoles si
apenas alcanzó el 36% de los votantes que emitieron el sufragio en su favor? O
visto desde el otro ángulo, ¿qué legitimidad tendría Silvano Aureoles si el 64%
de los votantes no lo eligieron para tal desempeño?
Dichos
porcentajes se reducirían aún más, si se tomaran en consideración los relativos
a votos nulos y abstencionismo, porcentajes que se han mantenido a buen
recaudo, para no hacer más pronunciada la crisis de legitimidad.
Sin
duda alguna que el próximo gobierno de nuestro estado, iniciará con una
condición de debilidad extrema no sólo por cuanto al apoyo de sus gobernados,
sino que también caminará el primer trienio con un congreso opositor.
¿Por
qué es necesario que un gobernante tenga la condición de ser legítimo? Para obtener
la lealtad de los gobernados. Para “justificar su autoridad de mandar y
reclamar obediencia a los gobernados, quienes estarán convencidos de que las órdenes dadas
por el gobernante son para beneficiar a todos y no por interés personal o de
grupo. Además, le concederá al gobernante la posibilidad de ejercer el
monopolio de la fuerza ante situaciones particulares de desobediencia a las
leyes.
Un
gobernante sin legitimidad podrá ejercer una relación de mando-obediencia, aunque
el pueblo acatará por miedo, o bien presentará resistencia extrema, deviniendo
en represión brutal. El ejemplo más claro lo tenemos en los gobiernos
autoritarios o en las dictaduras.
De
manera que el binomio legalidad-legitimidad es indispensable para quienes
aspiran a ejercer un gobierno de paz y prosperidad.
Al
respecto, cita el Doctor Ignacio Carrillo Prieto, investigador del Instituto de
Investigaciones de la Universidad Autónoma de México, al filósofo jurista
Norberto Bobbio, en los siguientes términos: “… un poder para ser justo debe
ser a la vez legítimo respecto al título y legal respecto al ejercicio”.
La
falta de legitimidad en los gobernantes ha sido una constante en el sistema
político mexicano. La resistencia a programar “segundas vueltas” entre los
contendientes que hayan obtenido el mayor número de votantes, a fin de alcanzar
ese 50% más uno, se ha constituido en una rémora que impide nuestro desarrollo
democrático. Y para mantenerse en el poder, prefieren mejor cobijarse en la
expresión vacua y cínica del “haiga sido como haiga sido”, dicha por el
tristemente célebre Felipe Calderón.
Los
primeros actos, las primeras decisiones que aplique el Ing. Silvano Aureoles,
marcará el camino hacia la conquista de su legitimidad o la pérdida del mínimo
con la que inicia. Los finales están en los principios.
sábado, 20 de junio de 2015
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