Francisco RIVAS LINARES
Hoy es el Día Internacional de
la Mujer. La Organización de las Naciones Unidas ha programado su celebración
bajo el tema “Una promesa es una promesa: momento de pasar a la acción para
acabar con la violencia contra las mujeres”.
Una celebración más del Día
Internacional de la Mujer. Una oportunidad que se repite para reactivar los
anhelos de una procuración de la justicia frente al ultraje impune, los actos
violatorios de la dignidad femenina, sus asesinatos múltiples que se instalaron
en nuestro país y todo ese barroco embrollo de complicidades machistas.
La evocación del trágico suceso
de 1908 << cuando las trabajadores de una fábrica en Nueva York con
valentía se pusieron en huelga demandando mejores condiciones de trabajo, un
mayor salario y la reducción de la jornada laboral de 16 a 8 horas, los
patrones optaron por incendiarla, muriendo calcinadas más de 200 mujeres
>> será por siempre la inspiración sublime que presida esta fecha.
El rol impuesto a las mujeres
desde tiempos atávicos, lo han superado con actitudes de rebeldía; una rebeldía
que quebranta los esquemas de disimulos para vivir su presente en la dimensión
justa; una rebeldía participativa de la evolución social, contrapositiva a toda
forma paralizante de su dignidad de mujer.
Su reclamo ha trascendido las
fronteras universales, un reclamo que ha servido para el desahogo de deseos
frustrados y tristezas galvanizadas. Y con un nudo de ansiedad cerrándoles el
pecho, van construyendo su broquel para enfrentar los nuevos retos.
Las mujeres de hoy están llenas
de esperanzas y valor, dispuestas a la acción contra todo lo esclerotizado.
Ellas corren como hilillos subterráneos que nutrirán los tiempos nuevos y
romperán viejos esquemas.
Citando a Isabel Allende, diré:
Mi madre fue el norte de mi infancia. Tal
vez por eso me resulta fácil escribir a las mujeres.
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