miércoles, 4 de enero de 2012

¿Una clase empresarial heroica?





Francisco RIVAS LINARES


“Este es un gobierno de empresarios
y para empresarios”
Vicente Fox Quesada


El primero de septiembre de 1982, cuando José López Portillo rendía su último informe presidencial, anunció la nacionalización de la banca privada y el establecimiento del control general de cambios. Ambas decisiones, de obvia trascendencia para la nación, se derivaron de las acciones especulativas que propiciaba la volatilidad del peso frente al dólar norteamericano.

Golpeando el atril de la más alta tribuna de la nación, el Presidente, refiriéndose a los dueños de los bancos, expresó de forma tonitronante: ¡Ya nos saquearon… no nos volverán a saquear!

El estupor de los empresarios era evidente. La clase política quedó desconcertada. Los primeros lo consideraron como un acto violatorio a los intereses del poder económico. Los segundos, lo estimaron de alto riesgo para la estabilidad del país. Sin embargo ahí estaba el mensaje, claro y unívoco: La banca privada pasaba a ser propiedad de la nación.

La experiencia motivó a la clase empresarial a incursionar en la política abierta dejando la discreción con que siempre actuaban. Sopesaron los riesgos a los que podrían enfrentarse en el futuro -de permanecer ajenos y al margen de la acción política- y optaron por incursionar por los vericuetos partidarios para lanzar sus propios candidatos.

Dos factores incidieron favorablemente en su propósito: el inicio del ciclo neoliberal que traía consigo Miguel de la Madrid Hurtado y quien adoptaría las medidas dictadas por el Consenso de Washington, y la crisis del socialismo.

(“Cuando comenzó la adopción de las políticas del Consenso de Washington, uno de sus principales efectos fue un súbito fortalecimiento del sector privado. Como resultado de las privatizaciones y de un proceso de crecimiento comandado por grandes corporaciones privadas que tienden a fusionarse, el poder económico se concentró de manera extraordinaria, a tal punto que en muchos países se habla de una nueva oligarquía de ejecutivos todopoderosos, de los nuevos dueños del país y del reinado de las multinacionales”. Empresarios a la Presidencia. Revista Nueva Sociedad No. 225, enero-febrero de 2010)

Fue así como en 1988 se reveló como aspirante a la Presidencia de la República Manuel de Jesús Clouthier del Rincón (Maquío), líder empresarial, fundador del Consejo Coordinador Empresarial del estado de Sinaloa, presidente nacional de la COPARMEX y presidente diocesano del Movimiento Familiar Cristiano. Anteriormente había intentado llegar al gobierno de su estado sin lograrlo.

De su fraseología destaca la que lo identificara en campaña: “Dejar de luchar es comenzar a morir”. Su concepto sobre lo sustantivo de la empresa y su convicción cristiana, definen su identidad: “La empresa es la más maravillosa invención y la religión el cimiento de las actividades familiares, culturales, económicas y políticas del hombre, todas las cuales yo he hecho a lo grande”; así lo declaró.

Inaugurada la ruta política-empresarial, comenzó la embestida fuerte de los del dinero. Llegaron gobernadores, legisladores y funcionarios federales. Vicente Fox es un caso emblemático: diputado federal, gobernador de Guanajuato y Presidente de la República.

Destacan también Miguel Alemán Velasco, empresario del ramo del aluminio; Javier Usabiaga, conocido en el mundo de los negocios como el Rey del Ajo y que se desempeñó como Secretario de Agricultura en el gobierno foxista; Ricardo Ahued Bardahuil, propietario de la cadena de negocios denominada Casas Ahued; la familia Chedraui; Alberto Onofre, empresario ferretero; en fin, muchos más.

¿De qué manera se hace compatible la misión de un empresario que está enfocada al concepto cliente con la misión del político que se dirige al ciudadano en su contexto institucional, jurídico, político y social? Hasta el momento se carecen de referencias en el ámbito político mexicano. La única certidumbre es la búsqueda de la suma del poder para restringir el intervencionismo del estado y fortalecer el mercado, permitiéndoles así proteger sus intereses elitistas.

Morelia volverá a vivir la experiencia de su gobierno municipal presidido por un empresario: Manuel Nocetti Tiznado. Anteriormente la tuvimos hasta en dos ocasiones con Salvador López Orduña. De éste, aún recordamos su empeño por abrir un acceso hacia la loma de Santa María para favorecer al desarrollo comercial Altozano. De Nocetti no olvidamos el problema social que generó su empeño en instalar una gasolinera en la calzada Juárez, sin importarle el riesgo que representaba para vecinos y escolapios de una escuela primaria.

Al rendir su protesta como alcalde provisional, dijo que seis meses eran pocos para hacer mucho, pero muchos para no hacer nada. Sólo él, en el lenguaje críptico de políticos y empresarios, sabe a lo qué se refirió con los adverbios mucho-nada y sus beneficiarios. Le concedemos el beneficio de la duda.

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