“Lo que más miedo me da no son los fantasmas
ni las criaturas malvadas. Me asusta la clase
política, la corrupción… los grandes
corporativos… las leyes no escritas”.
Guillermo Del Toro. Director de cine.
El rostro con un rictus de espanto, los ojos fuera de sus órbitas en expresión de miedo, un susto a flor de piel y la suspensión del habla, tal fue la imagen que proyectó Felipe Calderón el trece de septiembre, en el momento de pasar lista de presentes a los Cadetes Héroes de Chapultepec y las salvas de la artillería, simultáneamente, iniciaron sus estruendos.
La sorpresa fue mayúscula y su nerviosismo evidente. ¿Qué pensaría? ¿Su frecuencia cardiaca a cuánto se habrá disparado? ¿Cómo sentiría el relajamiento de sus piernas al elevarse su adrenalina? ¿Supondría que la muerte habría burlado el séquito de su seguridad personal, filtrándose hasta las entrañas mismas del poder ahí reunido?
Dicen que el mejor aliado de los violentos es el miedo porque éste se sustenta en la ignorancia; y la ignorancia, como lo afirmara Simón Bolívar, es el instrumento ciego de la destrucción.
Los síntomas descritos en el rostro de Felipe Calderón, denotaron su perplejidad ante el atentado posible que lo convirtiera en una estadística más de los “daños colaterales”.
El sentirse vulnerable derrumbó su temple. Ese temple que suele exhibir cuando está en sus mensajes mediáticos, como lector de karaoke, justificando el asesinato de los inocentes de su personal guerra.
De manera que el Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas, quien llegó a identificarse con las balandronadas copleras de “El Hijo Desobediente”… flaqueo.
Y así llegó a Los Pinos la expresión contra-analógica “El miedo no anda en burro”. Ese miedo gestado en la ineptitud para el manejo del conflicto que representa en sí la inseguridad, y que se ha traducido ya en más de veintiocho mil muertos.
Toda proporción guardada, en 1914 Ricardo Flores Magón pronunció un discurso censurando la intervención norteamericana. Principió su arenga citando los ingredientes de la burguesía, los cuales son HIPOCRECÍA, AMBICIÓN IRREFRENABLE Y MIEDO.
Tales cualidades aún conservan los burgueses del capital económico y del capital político: Son hipócritas, tienen una ambición desmedida y mantienen un miedo cerval, ese miedo atroz, tormentoso, que les hace mantenerse en alerta ante un peligro real o imaginario.
¿Acaso se detendrá el señor Calderón a reflexionar
Lo dudo. Ya hemos comprobado que nuestros políticos padecen de una terquedad de entendimiento.
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