Francisco RIVAS LINARES
“De forma nefasta, el clero
paga motines pretorianos
en efectivo con el dinero del
pueblo mexicano, que lo
ha dado para alimento o cobijo de pobres y
menesterosos”
Ignacio Ramírez, el Nigromante.
En una carta fechada el 25 de
octubre de 1875, Ignacio Ramírez, “El Nigromante”, le preguntó al gobernador del estado de
México, Carlos Olaguibel de Arista ¿qué
hacemos con los pobres? Las carencias en que se debatían los marginados
hacían posible un sisma social de alto riesgo para la nación, ante el acecho de
potencias extranjeras, ávidas de extender sus dominios imperiales.
La pregunta era fundamental por remitir a cuestiones elementales sobre las condiciones que prevalecían en ese momento y, por lo tanto, exigía una respuesta traducida en acciones. Afrontar el tamaño del problema planteado constituía un desafío sofocante e incómodo que requería un trabajo intenso.
La Doctora en Filosofía y Letras, Julieta Campos, replanteó la interpelación adoptándola como título para su ensayo publicado en 1995: ¿Qué hacemos con los pobres? La reiterada querella por la nación. La pregunta central y absoluta trata de encontrar respuestas en más de 600 páginas distribuidas en trece capítulos, en los que impugna a los liberales del siglo XIX quienes atrevida y groseramente culpaban a los mismos pobres de su pobreza, a la clase política postrevolucionaria que antepuso su interés por la consolidación de un poder egocentrista con poca atención hacia las mayorías, y a los dogmas tecnocráticos impuestos por los neoliberales del capitalismo salvaje.
Ahora, ya en el siglo XXI, la
Universidad Autónoma de México (UNAM) organizó y realizó del 21 al 23 de mayo
un coloquio denominado Los grandes
problemas nacionales. Con personajes de diferente corte ideológico,
académico y político, se plantearon temas como Educación, Estado de derecho,
Corrupción, Economía y –por supuesto- la Pobreza.
Hablaré sobre este último concediéndome
la licencia de tomar posesión de la pregunta comentada: ¿Qué hacemos con los pobres?
El flagelo de la pobreza se ha
constituido en un problema histórico irresoluble. Un pesado fardo del que la
sociedad mexicana no ha podido liberarse y que constituye una de nuestras más
agudas vergüenzas por el trato manipulador con que se le ha investido.
Julio Boltvinik y Gerardo
Esquivel en el coloquio mencionado,
hicieron una exposición amplia sobre sus factores causales y cuya disipación
poco ha interesado tanto a los gobiernos de antaño como a los actuales, por lo
que representan en términos de sufragios.
Cifras engañosas se difunden a
través de los medios ex profesos, atemperando el escándalo que provocaría, de
publicarse con veracidad: “97 millones 440 mil mexicanos están fregados, pues viven con carencias y
tienen necesidades insatisfechas…” Fregados, tal es el adverbio utilizado
por Boltvinik para dar mayor énfasis a la aseveración.
La cifra de marras son el
resultado de un estudio sustentado en la aplicación del Método de Medición
Integrada de la Pobreza (MMIP), el cual considera los indicadores siguientes:
educación, salud y seguridad social; ingresos; vivienda; servicios sanitarios
de la vivienda; energía doméstica; eliminación de basura y bienes durables.
Hoy estamos más fregados que hace 50 años, se concluye
en la mesa. Y esto es atribuible a los problemas estructurales de la economía,
los cuales no han sido superados por el empeño en mantener una política azas
injusta. El crecimiento económico va en franca picada, pues de 3.9 previsto para
el presente año, se ha tenido que reajustar a 2.7 por ciento.
Otros factores que inciden
negativamente, son: la condición excluyente de la economía y los programas
sociales ineficientes. Aquél por nuestra condición de alto rango de desigualdad
e inequidad y que refuerza a la pobreza. Y el segundo por el tinte electorero
que han conservado programas como Coplamar, Pronasol, Procampo, Oportunidades,
y la novedosa y mediática Cruzada Nacional contra el Hambre.
Escribe el investigador Lorenzo
Meyer: “La pobreza es a la vez la raíz y el resultado de la serie de fracasos
que, como cuentas de un trágico rosario, forman la herencia que han dejado los
sucesivos grupos gobernantes que desde el siglo XVIII han buscado modernizar a
México presentando el interés de quienes ejercen el poder como el interés
general de la nación.”
¿Qué hacemos con los pobres?
Se mantiene vigente la interrogante por la falta de interés para generar empleos con remuneración suficiente; reducir
la corrupción a tasa 0%; combatir a los evasores fiscales; destinar inversión
en tecnologías agropecuarias sustentables; capacitar para el trabajo; superar
la mediocridad del sistema educativo con contenidos curriculares de alto rango;
establecer el sistema nacional de salud fusionando Seguro Social, Issste,
Seguro Popular, etc.; eliminar programas utilizados para clientelismo político;
en fin, que todos tengamos acceso efectivo y universal a los derechos sociales
como lo establece la Constitución.
Mientras el gobierno se empeñe
en promover reformas que sólo benefician a la élite del poder económico,
seguiremos planteándonos la clásica interrogante: ¿Qué hacemos con los pobres?