Autor:
Pijamasurf
Al tiempo que los millonarios del
mundo se unen en un acto masivo de altruismo, el genial filósofo Slavoj Zizek
nos recuerda que no nos vayamos con la finta: la filantropía del capitalismo,
paradójicamente, es parte de lo que preserva la desigualdad.
Al tiempo que los multimillonarios de Estados Unidos se unen para promover
un acto percibido como digno de inigualable loor y lisonja, en el que anuncian
que donarán la mitad de su riqueza a la caridad, cae como anillo al dedo este
video del filósofo esloveno Slavoj Zizek. No para descartar su acto como una
mera manipulación o una agenda oculta, pero sí para formar una conciencia
crítica de lo que sucede y sobre cómo opera la lógica de la filantropía: además
de ser una forma de pagar impuestos y a la vez reforzar la marca y la persona
moral, es también una forma del sistema, que genera la miseria, de
autoperpetuarse (incluso a quien no entienda el inglés, recomendamos ver el
video).
En el capitalismo cultural la caridad es parte
del sistema económico. Antes existía una división entre la caridad y el
capital, se ganaba dinero y luego este se regresaba como caridad, pero ahora se
han borrado las fronteras y son parte del mismo acto, se fusiona la caridad con
el consumo. Cuando compras algo el deber de hacer algo para los demás o para el
ambiente ya está incluido en la compra —como en Starbucks, donde no compras
algo, compras dentro de algo, compras toda una supuesta ética del café, por
ejemplo, “el buen karma como moneda de cambio”, en el acto de comprar se compra
la redención como consumidor: mientras me tomo este café estoy “salvando” a los
niños en Micronesia (por otra parte existe un chantaje semántico de que la
caridad salva, la caridad que solo se representa en forma de dinero: la idea de
que el dinero salva).
Zizek nos dice que el acto egoísta del consumo ya
incluye el precio de su opuesto, el opuesto que nos hace sentir bien.
Luego el filósofo cita un ensayo de Oscar Wilde, The
Soul of Man Under Socialism, y nos dice: “es más fácil tener empatía con sufrimiento que tener
empatía con pensamiento”. La gente se ve envuelta por los horrores de la
pobreza y es inevitable que se conmuevan con admirable pero mal dirigidas
intenciones y se imponen la tarea seria y sentimental de remediar los males que
ven, pero sus remedios no curan ese mal, solo lo prolongan, sus remedios son
parte de la enfermedad, quieren solucionar los problemas de la pobreza
manteniendo a la gente pobre viva o divirtiéndolos, pero esto no es una
solución, es solo un agravante de la dificultad, el objetivo adecuado es
reconstruir la sociedad de tal forma que la pobreza sea imposible —y las
virtudes altruistas han impedido este objetivo. El peor dueño de esclavos es el
que era amable con sus esclavos, ya que impedía que se dieran cuenta de los
horrores del sistema e impedía que fueran entendidos por aquellos que lo
contemplaban. La filantropía degrada y de-moraliza: es inmoral utilizar
la propiedad privada para aliviar los horribles males que resultan de la
institución de la propiedad privada.
La filantropía “es el ultimo intento desesperado
de hacer que el capitalismo funcione para el socialismo [...], hace 30 años
soñábamos con el socialismo con un rostro humano [...], hoy se intenta hacer el
capitalismo global con un rostro humano, tenemos las reglas básicas y los
hacemos un poco más tolerante y humano”.
Zizek afirma que no está en contra de la caridad
—en un sentido abstracto es mejor que nada—, pero hay un sentido hipócrita que
tenemos que hacer consciente, existe una paradoja: se repara con la
mano izquierda lo que se destruye con la mano derecha. Y Cita de nuevo
a Wilde: “Si operas a un niño estará mejor pero en la misma situación que lo
produjo”.
En este sentido la filantropía, el atruismo y la
“caridad” contribuyen a mantener el statu quo en el cual la miseria y la
enajenación son inevitables; son como un búmerang de oro: las grandes empresas
y los multimillonarios “regresan a la sociedad” porque de esta forma aseguran
que el sistema que les dio su fortuna permanecerá más tiempo (el sistema estará
más sano). Este Juramento del Dar que proviene de los Rockefeller, de Bill
Gates, etc., es, ante todo, una inversión para que el mundo que han construido
y que encabezan siga en marcha. Por esto Zizek esboza un “suave apocalipsis”,
pero “no como lo del 2012″: solo una transformación radical de las estructuras
podría sustancialmente cambiar las cosas para las personas que “salvamos” o
ayudamos con la caridad monetaria y, para que esto suceda, posiblemente el
sistema en el que vivimos deba de destruirse.