domingo, 21 de febrero de 2016

LA INDIFERENCIA DEL PAPA FRANCISCO





Francisco RIVAS LINARES

En el año 47 a. de C., el cónsul y general romano Julio César pronunció, ante el senado, su célebre locución veni, vidi, vici cuya traducción significa llegué, vi y vencí.  Con dicha expresión Julio César denotaba el éxito obtenido en la batalla de Zeta en la que derrotó al rey del Ponto.

 

Muchos siglos después, en 1683, el rey de Polonia salió avante en la batalla de Kahlenberg. Para darle la noticia al Papa Inocencio XI utilizó la misma locución de Julio César aunque aplicando la paráfrasis constructiva: veni, vidi, Deus vicit, que traducido dice llegué, vi y Dios venció.

 

El papa Francisco llegó a nuestro país en esta segunda década del siglo XXI, alimentando sólidas expectativas de esperanzas a través de la denuncia y el llamado enérgico. Sus antecedentes así lo proclamaban (Estados Unidos, Bolivia, etc.) Sin embargo optó por la comodidad del compromiso nulo hacia su iglesia y su pontificado. Y navegó por las aguas turbulentas de la violencia entre la parafernalia escénica evadiendo temas específicos. Se fue hacia lo coyuntural, la generalidad de los hechos, y los platos siguieron sucios.

 

Recordemos a Félix María de Samaniego con su fábula “El parto de los montes”:

 

Con varios ademanes horrorosos/ los montes de parir dieron señales;/ consintieron los hombres temerosos/ ver nacer los abortos más fatales./ Después que con bramidos espantosos/ infundieron pavor a los mortales,/ estos montes, que al mundo estremecieron,/ un ratoncillo fue lo que parieron.

 

Hay autores que con voces misteriosas/ estilo fanfarrón y campanudo/ nos anuncian ideas portentosas;/ pero suele a menudo/ ser el gran parto de su pensamiento,/ después de tanto ruido sólo viento.

 

Las expectativas quedaron reducidas a palabras cliché que a fuerza de ser repetidas, han perdido sentido y propósito. Frases para marear. Expresiones para enajenar. Y como en la fábula de Samaniego, después del sacudón, el monte parió un ratón.

 

La argumentación fácil (si es que se argumentó en algo) dominó el discurso. El cariño y el abrazo terapéutico (cariñoterapia y abrazoterapia le llamó) se propagó como linimento para el desconsuelo de quienes sufren de la violencia reflejada en el crimen, desapariciones, violencia de género, pederastia, explotación laboral y secuestros. Y frente a sus palabras, se encontraban, fantoches, los victimarios.

 

La Unidad de Investigación del Centro Católico Multimedial, publicó el 19 de diciembre anterior su reporte anual 2015 bajo el título “25 años de sacerdocio en la línea de fuego”. Ahí se expresa: “El Santo Padre Francisco en vísperas de su visita a México podrá constatar que nuestro país vive una gravísima crisis, sobre todo en lo que refiere al sector religioso, por la violencia desbordada resultado de asesinatos, secuestros, extorsiones, y robo a mano armada perpetrados bajo una demoniaca perversidad en contra del ministerio sacerdotal (y que) no ha sido atendido por el gobierno mexicano… empecinado en mantener una inacción que se traduce en desprecio y desencanto a la libertad religiosa… La administración que encabeza el lic. Enrique Peña Nieto, pretende cubrir la situación de violencia permanente y engañar que no pasa nada”

 

El mismo informe, especifica: “Cotejando los números, en los tres primeros años de la administración del lic. Felipe Calderón se traduce en 7 sacerdotes y 2 seminaristas asesinados. En los tres primeros años del lic. Enrique Peña Nieto, van 11 sacerdotes, 1 seminarista y 1 laico sacristán asesinados, además 2 presbíteros desaparecidos.”
 

Sí, Francisco, el Papa de la paz, optó por abrir los espacios al poder terrenal, a los victimarios de este pueblo dolido. Las víctimas, en cambio, sufrieron de su desprecio e indiferencia; y a manera de justificación, hizo suya la mentira oficial de que los grupos de familiares de desaparecidos estaban confrontados y con luchas internas. Así, el Papa de la Paz quedó reducido a ser un empleado-vocero del gobierno.

 

La noche del miércoles, antes de elevarse el avión a las alturas para cruzar el Atlántico, Jorge Mario Bergoglio, el Papa de la Misericordia, bien pudo aplicar otra paráfrasis constructiva: veni, vidi, Peña Nieto vicit que traducido sería llegué, vi y Peña Nieto venció.

 

¡Qué peste queda en el aire cuando se pudre una esperanza!

 

Porque un desaparecido es una ausencia que dolerá toda la vida: Por los desaparecidos de México, por los desaparecidos de Michoacán: ¡Vivos se los llevaron! ¡Vivos los queremos! ¡Libertad a las gentes del pueblo apresados por defender su dignidad!